Existen numerosos tipos de mango: los verás más pequeños, más grandes, verdes, rojos, amarillos...Pero el interior es siempre el mismo, ¡delicioso! Si no os habéis atrevido a probarlo, aquí tenéis unas cuantas razones para hacerlo:
Ayuda a bajar de peso. A pesar de su sabor dulce, el mango se compone de un 83% de agua, aportándonos así pocas calorías y azúcares. Se recomienda tomar en el desayuno o como tentempié (aunque yo lo tomo como postre después de comer).
Es rico en minerales. Contiene hierro, cobre y magnesio, entre otros. Además, esta fruta ayuda a prevenir la anemia, debido a su alto contenido en vitamina C.
Gracias a su contenido de vitamina K, logramos absorber mejor el calcio. (Los niveles bajos de esta vitamina han sido asociados con las fracturas óseas).
Previene el asma, gracias al beta-caroteno, entre otros nutrientes. El beta-caroteno lo podemos encontrar también en el brócoli, la papaya o los albaricoques.
Hace que nuestro pelo crezca más rápido y la piel se vea más bonita. Además, tengo entendido que el mango ayuda a que la piel se ponga más morena, pero no estoy del todo segura (si alguien lo sabe que lo escriba en los comentarios :)).
Es antioxidante (gracias a la vitamina A y C) y nos ayuda a protegernos de enfermedades cardíacas, cáncer, alergias...Además, el mango tiene mucha fibra y facilita el tránsito intestinal.
¡Ahora que te has animado a probarlo te daré algunos consejos para comerlo! En primer lugar: la piel no se come, sólo se come la parte de dentro. El mango tiene un hueso muuuy grande, así que tendrás que cortarlo a la mitad para no tener problemas. Para retirar la carne del mango (ya cortada), haz unos cortes de manera horizontal y vertical y por último, ayúdate de una cuchara.
¿Te gustan las frutas tropicales? ¿Cuál es tu favorita?
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